viernes, 1 de mayo de 2015

Que trabaje Rita (Barberá)

Viñeta: juancarlerias.blogspot.com


¡Feliz primero de mayo! – repiten como una puta letanía obligada cuando pasa la noche que termina de matar el mes de abril – Día Internacional del Trabajo. Lo decía hace poco más de una semana, lo de los días internacionales se nos ha ido de las manos. Ojo, no me refiero a este en concreto, que bien interpretado tiene su aquel, no os vayáis a pensar. Pero la cuestión es esa, interpretarlo bien.

No soy yo muy de ir a clase los festivos, pero conviene recordar por qué hoy es festivo y por qué las jornadas laborales son de ocho horas (cuando los empresarios respetan los derechos de los trabajadores). Vamos, que hay que poner sobre la mesa cosas que a muchos parece que se les hayan olvidado. Por cierto, ánimo a los hosteleros que hoy están trabajando. Para muchos es un día de asueto, como si la empresa nos diera vacaciones porque somos trabajadores y este es nuestro día, pero os recuerdo a todos que esto empezó siendo una huelga general. Que el 1 de mayo no fue una concesión, fue algo que los curritos de la época tuvieron a bien declarar como suyo, sin importarles lo que el patrón, o el sistema, dijeran.

Pues eso, amiguitos, que el 1 de Mayo tiene una historia detrás que es imprescindible conocer, ahí os la dejo a grandes rasgos. Diréis que sí, que es la CNT, que es un panfleto anarquista y todas esas cosas, pero esta plataforma es mía y manipulo como quiero. A quejarse a La Razón, que Marhuenda es buena gente. De hecho, de bueno que es, es tonto.

A lo que iba, el tema del trabajo. La que habéis liado, pollitos. Decir que la cosa está jodida es poco, pero tampoco vamos a pegarnos un tiro, ¿no? ¿NO? Como curiosidad y efeméride sin importancia os diré que mi último contrato de trabajo entraba en vigor justo hace un año. Project Manager, ahí es nada. Contrato fijo y con una nómina medio decente. Lástima que el asunto no saliera bien, si no igual ahora no os estaba dando la turra y como buen acomodaticio asalariado estaba cagándome en Dios en algún atasco durante mi viaje del puente de mayo.

Pero no, aquí estoy, dispuesto a comentaros que no es sólo lo de tener un puesto de trabajo lo que se está yendo a la mierda por paquete urgente, es que muchas veces quien tiene empleo, tampoco es que pueda estar muy agradecido. La recesión económica es una causa para el aumento de los índices de paro, pero si nos referimos al recorte (o directamente atropello) de los derechos de los trabajadores, la crisis es una excusa. Perfecta además.

En esa tesitura nos encontramos camareros trabajando el 1 de mayo, y el resto de los días, hasta 12 horas, teniendo firmadas ocho y cobrando el mínimo interprofesional. Más el bote de propinas, eso sí. Que tampoco somos esclavistas. O gente encadenando contratos temporales a través de una ETT durante años. O simplemente personas tan acojonadas ante la posibilidad de que les den la patada, que el consabido “hay mil en la calle esperando para coger tu trabajo” hace maravillas. Vamos, que encima de cornudos, apaleados. Y tragamos, vaya si tragamos. Dice ese mantra tan celebrado que si conviertes tu pasión en tu trabajo, no volverás a trabajar el resto de tu vida. ¡Nos ha jodido mayo! Está la cosa como para elegir.

Lo que antes era el lastre de ser mileurista ahora es la aspiración de la mayoría. Ay, cómo hemos cambiado. Las empresas ejercen más que nunca la ley de la oferta y la demanda y, ante la escasez en la oferta de empleo, tensan la cuerda de las condiciones laborales todo lo que quieren y más. Y eso no está bonito, señores empresarios. Mi padre, persona hecha a sí misma que porta en el zurrón la sabiduría y la seguridad que sólo te da el tiempo (y las hostias que este conlleva) lo dice siempre: “Para que sea un buen negocio, aquí tenemos que ganar dinero todos.”

Huelga decir que cuando hablo de empresarios no me estoy refiriendo al autónomo o la pyme de turno, que van hasta el cuello intentando salir adelante como cualquiera y en la que, al fin y al cabo, todos van en el mismo barco. Ellos ya saben quiénes son. Los peces gordos, los que tienen la sartén por el mango. Vamos, esos mismos para los que se legisla a medida, aunque sea pasando por encima de la Constitución, con una reforma de tapadillo, rápido y en verano. Vamos, con noctunidad y alevosía. Esos.

No contentos, luego llega los presidentes de turno de la CEOE, o del Círculo de Empresarios, a soltar burradas por la boca, quedándose más anchos que largos. Que a una persona como yo, que gusta de analizar la realidad social con los pies puestos en la calle, le da por pensar: “Están pidiendo a gritos que les pase cualquier cosa que una persona desesperada estime que se merecen”. (Y cada cual que entienda lo que quiera, que yo no he dicho nada).

A esto tenemos que unir el gusto que le han cogido las empresas en España a lo de las subcontratas draconianas en condiciones que rozan el insulto (caso de Movistar) o a los expedientes de regulación de empleo. Los de Bimbo y Coca Cola, ya consumados, y los que planean Vodafone y el BBVA. En el caso de Coca Cola, en el que tras más de un año de lucha se ha conseguido la ilegalización del ERE, la empresa no reculará. Pagará los despidos con la penalización correspondiente y fuera. Al tiempo.

Y terminamos de rematar la faena cuando viene, como si la cosa no fuera con ella, doña Ana Patricia Botín (atiende, que esta sabe de qué va la vaina) y escupe así al vuelo, como lo más natural del mundo, que ve el desarrollo de España en el sector turístico para el mercado del resto de Europa. Que este país se puede convertir en la Florida de nuestro continente. Sí señor, con dos cojones. Tras la burbuja del ladrillo llega la burbuja vacacional. Un país de putxs y camarerxs que asegure diversión y sol a nuestros socios del norte, un patio de recreo.

Pues nada, si la cosa la vemos así casi es normal que estén desmantelando el sistema educativo. Total, ¿para qué lo queremos? De vez en cuando alguien se descuelga filtrando, como quien no quiere la cosa, que la universidad pública es insostenible. Que no salen las cuentas. Claro que no salen, los beneficios de la educación superior no pueden ser entendidos como monetarios inmediatos, tomando los centros educativos como unidades de negocio separadas de un sistema global. En España tenemos un gran capital humano que está huyendo despavorido ante unas perspectivas nada halagüeñas. Y tampoco están buscando que les prometan el oro y el moro. Me vais a llamar rebelde, pero a mí que un investigador, lejos de exigir un salario astronómico, lo que pida sea financiación para su proyecto, no me parece una herejía. Ni siquiera me parece descabellado.

Pero se ve que en lugar de aprovechar los titulados que salen de nuestras universidades, invertir algo más de dinero y generar un tejido productivo diverso y de calidad, con polos punteros, es mejor dejar que la gente emigre casi obligada. Que su know how y sus ideas se vayan con ellos a generar beneficios (no solo económicos) a otro lado, y luego ya decimos que es que la universidad es deficitaria y es mejor desmantelarla, abocando a los trabajadores a una baja cualificación. Total, ¿para qué molestarse?

¿Todo para qué? Para cotizar en un país que aumenta los impuestos mientras recorta los servicios públicos. Lo mínimo que os exijo es que montéis en cólera, porque dedican lo que recaudan a costa de todos nosotros a pagar los intereses de una deuda que han creado ellos, a base de gestiones como la de Bankia. Ni más ni menos. Así de claro. Eh, y que no se ponen ni colorados cuando comparecen ante la gente a la que saquean.

En estas estamos, que viendo esto con nuestros propios ojos, Rajoy tiene los santos huevos de salir a la palestra diciendo qué todo va mejorando, que se crea empleo y que es de calidad. No voy a entrar a valorar las cifras sobre la temporalidad de los puestos que se crean y bajo qué condiciones porque prometí escribir esta tribuna sin ningún criterio periodístico. El que las quiera, las tiene en Internet. Pero vamos, que no se lo cree ni harto de vino, de ese del que a Aznar era mejor no decirle cuántas copas se podía tomar antes de conducir.

Que no me valen los datos macroeconómicos, las previsiones de crecimiento, las bajadas de la prima de riesgo si la gente sigue desesperada, pasando frío y hambre. Que yo no me creo esa mentira. Que de nada nos vale a los que somos mayoría, que el PIB crezca, si se lo van a repartir en dividendos los diez o doce que se lo reparten todo.

Y nada eso, que busco curro. De lo que sea, ya me da igual de lo mío que matando gente.

Dimitri Ryznard

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