sábado, 30 de marzo de 2019

¡Eh! Que va de coña.



Ya lo dijo no recuerdo qué pensador clásico, o algo muy parecido, y si no lo dijo ninguno vaya mierda de pensadores: Para poder dedicar tiempo suficiente al pensamiento crítico como para conformar un razonamiento sólido hay que tener las necesidades básicas cubiertas y garantizadas (que son cosas distintas).

Ergo, en una sociedad que vive en su mayoría, o en un porcentaje muy alto, sin tener garantizadas sus necesidades básicas, y cubriéndolas muchas veces haciendo algo más que economía imaginativa, cada vez más alejada de la condición sine qua non que hemos puesto como premisa para un razonamiento de cierta enjundia, poco podemos esperar de la creación de un pensamiento propio.

No así de la proliferación de la expansión de un pensamiento simplista, reductivista y maniqueo. Sutil en las formas pero devastador en las formas. Creador de conciencias manipuladas que aún tienen la falsa ilusión de estar pensando por sí mismas o, más extendido aún, ni siquiera se lo plantean.

Si entendemos la Justicia Social como un bien imprescindible, deberíamos ser coherentes. Para quien vea en coherente un concepto amplio, manejable y adaptable a su interés lo diré más claro: equiparar discurso a acción. Y créanme, señores y señoras, ser coherente es muy jodido e incomodo a nivel individual y social.

Si entendemos la equidad como principio de la justicia social y aplicamos sobre esta premisa el silogismo hacia el planteamiento del párrafo anterior, entenderíamos como lógico el hecho de que no deberían existir las élites.

Ahora bien, las élites no renuncian motu propio a las prebendas. Es más, el ser humano, por educación o por naturaleza, ya me da igual, tiende mucho antes a querer ser élite que a querer realmente justicia social. Las élites, muy de vez en cuando, hacen pequeñas concesiones que no suponen más que un pitorrito de la olla exprés por el que va saliendo cierto vapor que reduce la presión ante el previsible estallido.

Por tanto, si creemos en la Justicia Social como elemento indispensable para la convivencia y en la equidad como su pilar más básico y lo aplicamos coherentemente, se antoja necesaria la erradicación de las élites, que como ya hemos visto, son agentes con gran resistencia al cambio y medios de control para mantener el statu quo e incluso ir ganando metros a cada día que pasa.

Ante este hecho, creo que lo más compasivo sería que nos saltemos los preliminares acomodaticios y los ansiolíticos y empecemos a matarlos, a matarnos, a desaparecer, cuanto antes. Porque no nos engañemos, no tenemos remedio.

C.