Viñeta: juancarlerias.blogspot.com
¡Feliz primero de mayo! – repiten
como una puta letanía obligada cuando pasa la noche que termina de
matar el mes de abril – Día Internacional del Trabajo. Lo decía
hace poco más de una semana, lo de los días internacionales se nos
ha ido de las manos. Ojo, no me refiero a este en concreto, que bien
interpretado tiene su aquel, no os vayáis a pensar. Pero la
cuestión es esa, interpretarlo bien.
No soy yo muy de ir a
clase los festivos, pero conviene recordar por qué hoy es festivo y
por qué las jornadas laborales son de ocho horas (cuando los
empresarios respetan los derechos de los trabajadores). Vamos, que
hay que poner sobre la mesa cosas que a muchos parece que se les hayan olvidado. Por cierto, ánimo a los hosteleros que hoy están
trabajando. Para muchos es un día de asueto, como si la empresa nos diera
vacaciones porque somos trabajadores y este es nuestro día, pero os
recuerdo a todos que esto empezó siendo una huelga general. Que el 1
de mayo no fue una concesión, fue algo que los curritos de la época
tuvieron a bien declarar como suyo, sin importarles lo que el patrón,
o el sistema, dijeran.
Pues eso, amiguitos, que el
1 de Mayo
tiene una historia detrás que es imprescindible conocer, ahí os la
dejo a grandes rasgos. Diréis que sí, que es la CNT, que es un
panfleto anarquista y todas esas cosas, pero esta plataforma es mía
y manipulo como quiero. A quejarse a La Razón, que Marhuenda es
buena gente. De hecho, de bueno que es, es tonto.
A lo que iba, el tema del trabajo. La
que habéis liado, pollitos. Decir que la cosa está jodida es poco,
pero tampoco vamos a pegarnos un tiro, ¿no? ¿NO? Como curiosidad y
efeméride sin importancia os diré que mi último contrato de trabajo
entraba en vigor justo hace un año. Project Manager, ahí es
nada. Contrato fijo y con una nómina medio decente. Lástima que el
asunto no saliera bien, si no igual ahora no os estaba dando la turra
y como buen acomodaticio asalariado estaba cagándome en Dios en
algún atasco durante mi viaje del puente de mayo.
Pero no, aquí estoy, dispuesto a
comentaros que no es sólo lo de tener un puesto de trabajo lo que se
está yendo a la mierda por paquete urgente, es que muchas veces
quien tiene empleo, tampoco es que pueda estar muy agradecido. La
recesión económica es una causa para el aumento de los índices de
paro, pero si nos referimos al recorte (o directamente atropello) de
los derechos de los trabajadores, la crisis es una excusa. Perfecta
además.
En esa tesitura nos encontramos
camareros trabajando el 1 de mayo, y el resto de los días, hasta 12
horas, teniendo firmadas ocho y cobrando el mínimo interprofesional.
Más el bote de propinas, eso sí. Que tampoco somos esclavistas. O
gente encadenando contratos temporales a través de una ETT durante años. O simplemente personas tan acojonadas
ante la posibilidad de que les den la patada, que el consabido “hay
mil en la calle esperando para coger tu trabajo” hace maravillas.
Vamos, que encima de cornudos, apaleados. Y tragamos, vaya si
tragamos. Dice ese mantra tan celebrado que si conviertes tu pasión
en tu trabajo, no volverás a trabajar el resto de tu vida. ¡Nos ha
jodido mayo! Está la cosa como para elegir.
Lo que antes era el lastre de ser
mileurista ahora es la aspiración de la mayoría. Ay, cómo hemos
cambiado. Las empresas ejercen más que nunca la ley de la oferta y
la demanda y, ante la escasez en la oferta de empleo, tensan la
cuerda de las condiciones laborales todo lo que quieren y más. Y eso
no está bonito, señores empresarios. Mi padre, persona hecha a sí
misma que porta en el zurrón la sabiduría y la seguridad que sólo
te da el tiempo (y las hostias que este conlleva) lo dice siempre:
“Para que sea un buen negocio, aquí tenemos que ganar dinero
todos.”
Huelga decir que cuando hablo de empresarios no me
estoy refiriendo al autónomo o la pyme de turno, que van hasta el
cuello intentando salir adelante como cualquiera y en la que, al fin
y al cabo, todos van en el mismo barco. Ellos ya saben quiénes son.
Los peces gordos, los que tienen la sartén por el mango. Vamos, esos
mismos para los que se legisla a medida, aunque sea pasando por
encima de la Constitución, con una reforma de tapadillo, rápido y
en verano. Vamos, con noctunidad y alevosía. Esos.
No contentos, luego llega los presidentes de turno de la CEOE, o del Círculo
de Empresarios, a soltar burradas por la boca, quedándose más
anchos que largos. Que a una persona como yo, que gusta de analizar
la realidad social con los pies puestos en la calle, le da por
pensar: “Están pidiendo a gritos que les pase cualquier cosa que
una persona desesperada estime que se merecen”. (Y cada cual que
entienda lo que quiera, que yo no he dicho nada).
A esto tenemos que unir el gusto que le
han cogido las empresas en España a lo de las subcontratas
draconianas en condiciones que rozan el insulto (caso de Movistar) o
a los expedientes de regulación de empleo. Los de Bimbo y Coca Cola,
ya consumados, y los que planean Vodafone y el BBVA. En el caso de
Coca Cola, en el que tras más de un año de lucha se ha conseguido
la ilegalización del ERE, la empresa no reculará. Pagará los
despidos con la penalización correspondiente y fuera. Al tiempo.
Y terminamos de rematar la faena cuando
viene, como si la cosa no fuera con ella, doña Ana Patricia Botín
(atiende, que esta sabe de qué va la vaina) y escupe así al vuelo,
como lo más natural del mundo, que ve el desarrollo de España en el
sector turístico para el mercado del resto de Europa. Que este país
se puede convertir en la Florida de nuestro continente. Sí señor,
con dos cojones. Tras la burbuja del ladrillo llega la burbuja
vacacional. Un país de putxs y camarerxs que asegure diversión y
sol a nuestros socios del norte, un patio de recreo.
Pues nada, si la cosa la vemos así
casi es normal que estén desmantelando el sistema educativo. Total,
¿para qué lo queremos? De vez en
cuando alguien se descuelga filtrando, como quien no quiere la cosa,
que la universidad pública es insostenible. Que no salen las
cuentas. Claro que no salen, los beneficios de la educación superior
no pueden ser entendidos como monetarios inmediatos, tomando los
centros educativos como unidades de negocio separadas de un sistema
global. En España tenemos un gran capital humano que está huyendo
despavorido ante unas perspectivas nada halagüeñas. Y tampoco están
buscando que les prometan el oro y el moro. Me vais a llamar rebelde,
pero a mí que un investigador, lejos de exigir un salario
astronómico, lo que pida sea financiación para su proyecto, no me
parece una herejía. Ni siquiera me parece descabellado.
Pero
se ve que en lugar de aprovechar los titulados que salen de nuestras
universidades, invertir algo más de dinero y generar un tejido
productivo diverso y de calidad, con polos punteros, es mejor dejar
que la gente emigre casi obligada. Que su know how y sus ideas se
vayan con ellos a generar beneficios (no solo económicos) a otro
lado, y luego ya decimos que es que la universidad es deficitaria y
es mejor desmantelarla, abocando a los trabajadores a una baja
cualificación. Total, ¿para qué molestarse?
¿Todo para qué? Para cotizar en un
país que aumenta los impuestos mientras recorta los servicios
públicos. Lo mínimo que os exijo es que montéis en cólera, porque
dedican lo que recaudan a costa de todos nosotros a pagar los
intereses de una deuda que han creado ellos, a base de gestiones como
la de Bankia. Ni más ni menos. Así de claro. Eh, y que no se ponen
ni colorados cuando comparecen ante la gente a la que saquean.
En estas estamos, que viendo esto con
nuestros propios ojos, Rajoy tiene los santos huevos de salir a la
palestra diciendo qué todo va mejorando, que se crea empleo y que es de calidad. No voy a entrar a valorar las cifras sobre la temporalidad de los puestos que se crean y bajo qué condiciones
porque prometí escribir esta tribuna sin ningún criterio
periodístico. El que las quiera, las tiene en Internet. Pero vamos,
que no se lo cree ni harto de vino, de ese del que a Aznar era mejor
no decirle cuántas copas se podía tomar antes de conducir.
Que no me valen los datos
macroeconómicos, las previsiones de crecimiento, las bajadas de la
prima de riesgo si la gente sigue desesperada, pasando frío y
hambre. Que yo no me creo esa mentira. Que de nada nos vale a los que
somos mayoría, que el PIB crezca, si se lo van a repartir en
dividendos los diez o doce que se lo reparten todo.
Y nada eso, que busco curro. De lo
que sea, ya me da igual de lo mío que matando gente.
Dimitri Ryznard