Ya lo dijo no recuerdo qué pensador
clásico, o algo muy parecido, y si no lo dijo ninguno vaya mierda de
pensadores: Para poder dedicar tiempo suficiente al pensamiento
crítico como para conformar un razonamiento sólido hay que tener
las necesidades básicas cubiertas y garantizadas (que son cosas
distintas).
Ergo, en una sociedad que vive en su
mayoría, o en un porcentaje muy alto, sin tener garantizadas sus
necesidades básicas, y cubriéndolas muchas veces haciendo algo más
que economía imaginativa, cada vez más alejada de la condición
sine qua non que hemos puesto como premisa para un razonamiento de
cierta enjundia, poco podemos esperar de la creación de un
pensamiento propio.
No así de la proliferación de la
expansión de un pensamiento simplista, reductivista y maniqueo.
Sutil en las formas pero devastador en las formas. Creador de
conciencias manipuladas que aún tienen la falsa ilusión de estar
pensando por sí mismas o, más extendido aún, ni siquiera se lo
plantean.
Si entendemos la Justicia Social como
un bien imprescindible, deberíamos ser coherentes. Para quien vea en
coherente un concepto amplio, manejable y adaptable a su interés lo
diré más claro: equiparar discurso a acción. Y créanme, señores
y señoras, ser coherente es muy jodido e incomodo a nivel individual
y social.
Si entendemos la equidad como principio
de la justicia social y aplicamos sobre esta premisa el silogismo
hacia el planteamiento del párrafo anterior, entenderíamos como
lógico el hecho de que no deberían existir las élites.
Ahora bien, las élites no renuncian
motu propio a las prebendas. Es más, el ser humano, por educación o
por naturaleza, ya me da igual, tiende mucho antes a querer ser élite
que a querer realmente justicia social. Las élites, muy de vez en
cuando, hacen pequeñas concesiones que no suponen más que un
pitorrito de la olla exprés por el que va saliendo cierto vapor que
reduce la presión ante el previsible estallido.
Por tanto, si creemos en la Justicia
Social como elemento indispensable para la convivencia y en la
equidad como su pilar más básico y lo aplicamos coherentemente, se
antoja necesaria la erradicación de las élites, que como ya hemos
visto, son agentes con gran resistencia al cambio y medios de control
para mantener el statu quo e incluso ir ganando metros a cada día
que pasa.
Ante este hecho, creo que lo más
compasivo sería que nos saltemos los preliminares acomodaticios y
los ansiolíticos y empecemos a matarlos, a matarnos, a desaparecer,
cuanto antes. Porque no nos engañemos, no tenemos remedio.
C.
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